Las cadenas de suministro globales son cada vez más complejas y, en este escenario, las organizaciones deben poner en el centro la resiliencia y seguridad de los datos. Solo así podrán protegerse frente a los riesgos y disrupciones que evolucionan constantemente.
Cuando se habla de resiliencia en la cadena de suministro, la discusión suele girar en torno a la logística, la infraestructura o la diversificación de proveedores. Sin embargo, hoy las cadenas dependen en gran medida de sistemas digitales. Por eso, ser resiliente no sólo significa contar con buenas redes físicas, sino también tener visibilidad clara sobre los sistemas que las sostienen: entender qué ocurre dentro de ellos, cómo fluyen los datos que las alimentan y, sobre todo, estar preparados para responder de manera ágil ante cualquier interrupción.
El problema es que gran parte de estos sistemas carecen de transparencia. Muchos fueron construidos sobre software obsoleto, integraciones complicadas o componentes de terceros que pocos dominan. Este tipo de entornos opacos hace difícil detectar debilidades y aún más complejo recuperarse tras una crisis. De hecho, estudios recientes muestran que solo la mitad de las empresas cumplen sus objetivos de tiempo de recuperación (RTOs) en situaciones reales, a pesar de haber invertido en estrategias de respaldo y continuidad. En otras palabras: muchas creen estar listas, pero descubren lo contrario cuando la crisis ya está en marcha.
A esto se suma otro obstáculo: la desconexión entre los equipos de IT y de tecnología operativa (OT). Cuando ambas áreas trabajan en silos, sin comunicación ni responsabilidades compartidas, se generan retrasos, puntos ciegos y dificultades en la recuperación. En este contexto, la visibilidad deja de ser un “extra” y pasa a ser un requisito esencial de la continuidad del negocio.
Visibilidad: el pilar de la resiliencia
Ya no alcanza con que los sistemas estén activos. La verdadera resiliencia requiere comprender cómo se comportan bajo presión y qué impacto tiene su falla en toda la cadena de suministro. La visibilidad es clave: no se trata solo de detectar errores, sino de saber qué plataformas se usan, dónde están las dependencias externas y cómo interactúan los componentes en tiempo real.
El gran enemigo es la complejidad no gestionada. Capas de software heredado, infraestructuras antiguas y herramientas de proveedores desconectadas suelen ocultar lo que realmente está en riesgo. Así, cuando surge un problema, los equipos terminan “apagando incendios a ciegas”, perdiendo tiempo valioso.
Un ejemplo claro son los sistemas de “caja negra”: aquellos en los que se ven las entradas y salidas, pero no cómo funcionan internamente. Por falta de documentación, por depender de terceros o por diseños antiguos, generan incertidumbre. En un escenario crítico, incluso identificar la causa raíz de una caída puede ser un desafío. Y si los equipos no entienden cómo se relaciona un sistema con los demás, la recuperación se frena rápidamente.
Esto se agrava en sectores como la manufactura o la logística, donde conviven sistemas operativos tradicionales con plataformas digitales modernas que no se comunican entre sí. La falta de una responsabilidad clara sobre estos entornos fragmentados amplía aún más las brechas de visibilidad y vuelve la resiliencia una meta lejana.
Preparación para la recuperación: el nuevo enfoque
Hoy, una estrategia de resiliencia no puede centrarse solo en prevenir fallas: también debe priorizar la capacidad de recuperación. Las organizaciones necesitan saber no solo cómo fallan los sistemas, sino cuánto tiempo puede tolerarse la interrupción y con qué rapidez puede restablecerse la operación.
Esto exige mapear dependencias, probar regularmente los sistemas en condiciones reales y planificar distintos escenarios, incluso aquellos en los que los proveedores externos no reaccionen a tiempo.
Las copias de seguridad permiten restaurar datos, pero la resiliencia va más allá: se trata de restablecer la función completa del negocio, no solo de recuperar archivos. Y para eso, la visibilidad es indispensable.
Madurez de datos y trabajo transversal
Mejorar la visibilidad implica avanzar hacia una madurez de datos y colaboración mayor. El desafío es pasar de reaccionar ante los problemas a anticiparlos. Para lograrlo, los equipos de TI y de cadena de suministro deben trabajar con objetivos comunes, construyendo una visión integral del comportamiento de los sistemas y de los riesgos.
Algunas acciones clave son:
• Mapear dependencias internas.
• Auditar integraciones con terceros.
• Realizar simulacros de recuperación.
• Documentar procesos y capacitar equipos.
• Fomentar la responsabilidad compartida sobre la resiliencia.
Cuando todos manejan el mismo lenguaje sobre cómo funcionan los sistemas y cómo deben recuperarse, coordinarse en una situación de crisis resulta mucho más sencillo.
Comenzar por lo que está bajo control
El primer paso es ganar visibilidad sobre los entornos internos. Esto significa identificar aplicaciones críticas, catalogar dependencias y reconocer los vacíos de conocimiento. Con esa base, los equipos pueden poner a prueba su capacidad de recuperación y medir qué tan efectivos son sus esfuerzos.
Este trabajo interno no solo fortalece la organización, también reduce la dependencia de terceros. Los proveedores externos son inevitables en la cadena de suministro moderna, pero no deberían convertirse en un enigma. Las empresas deben exigir transparencia y evitar que estos sistemas se transformen en puntos únicos de falla.
Construir resiliencia de largo plazo
La resiliencia no se improvisa: surge de una comprensión clara de cómo funcionan los sistemas, cómo fallan y cómo recuperarlos. Al enfocarse en los entornos internos, mejorar la colaboración entre áreas y probar de manera proactiva los planes de recuperación, las organizaciones logran reducir la incertidumbre y fortalecer su respuesta ante la disrupción.
De esta forma, la resiliencia deja de ser una reacción improvisada para convertirse en un proceso más previsible, repetible y confiable.